El presidente armenio cree que, tras la derrota ante Azerbaiyán en la guerra de Nagorno Karabaj, el país debe trabajar para afianzar las relaciones exteriores
Físico teórico y matemático de formación, Armén Sarkisián (Ereván, 68 años) es presidente de Armenia desde 2018. Su papel en la pequeña república parlamentaria del Cáucaso sur es fundamentalmente representativo, pero afirma que quiere dejar como legado una reforma constitucional que transforme el sistema en uno más presidencial. En una larga entrevista en el palacio presidencial, en Ereván, un día después de las elecciones parlamentarias en las que el partido del primer ministro interino Nikol Pashinián ha revalidado su mandato, sostiene que el cambio resolvería muchos de los problemas actuales del país, que necesita reformas y resolver sus problemas internos. Sobre todo después de la derrota contra Azerbaiyán en la guerra de Nagorno Karabaj, el montañoso enclave controlado desde hace años por armenios, pero reconocido internacionalmente como territorio azerí.
Sarkisián, que enseñó en Cambridge (el Reino Unido), fue primer ministro del país entre 1996 y 1997 y tiene una larga carrera diplomática; también fue consultor de grandes compañías como Alcatel, Bank of America y Telefónica. Ahora trata de impulsar un club de pequeños países exitosos para compartir conocimiento y experiencias, y aboga por levantar las barreras que hoy dificultan el acceso a la política de los armenios de la diáspora.
Pregunta. Tras las elecciones parlamentarias, uno de los candidatos ha dicho que no acepta los resultados. ¿Cree que habrá tensiones graves?
Respuesta. Es un tema que me ha preocupado durante la campaña. El lenguaje que han usado los políticos, grosero, intolerante, sin calcular las consecuencias, ha sido inaceptable. Me preocupaba que fuéramos a entrar en una posible confrontación, pero probablemente lo evitaremos.
P. Hay ciudadanos que temen que estalle de nuevo el conflicto abierto en Nagorno Karabaj. ¿Cree que es posible o el acuerdo se mantendrá?
R. No es un acuerdo de paz, es un anuncio de alto el fuego en el que existe una tercera parte, Rusia, que es el garante de esa tregua. El papel de Rusia aquí es muy importante. Y las fuerzas de paz rusas estarán allí al menos durante otros cinco años.
P. ¿Y cree que Rusia está haciendo un buen trabajo?
R. Si Rusia no estuviera allí la situación sería completamente diferente. ¿Hay alguien que pueda darme la garantía de que Azerbaiyán, con Turquía, no se sentiría libre de entrar? Está claro que este alto el fuego se acuerda entre las tres partes; tal vez haya un cuarto involucrado detrás de escena [Turquía], un miembro de la OTAN como su país [España], que viene y ataca a un país pequeño como Armenia usando armas de la OTAN.
P. ¿Cree que se deberían estrechar las relaciones con la UE?
R. En la guerra de Nagorno Karabaj, esta segunda guerra, no escuchamos mucho de la Unión Europea. Pero se trata más de nosotros: tenemos que aprender a ser más activos donde ya estamos, que es la Unión Económica Euroasiática, y luego construir nuestras relaciones con la UE, porque somos miembros de relaciones especiales y acuerdos especiales; que es un vínculo suficientemente profundo. Pero los acuerdos son acuerdos. Si no se les da vida no valen nada. Tenemos que estabilizar la situación en Armenia y enfocarnos en solucionar los muchos problemas internos. Este es un país que ha perdido a miles de jóvenes durante la guerra. Y no fue una guerra victoriosa, como la de hace 26 años. Y hay tensiones entre Armenia y Azerbaiyán en las fronteras. Y problemas muy emocionales, porque aunque Armenia ha devuelto a todos los prisioneros, Azerbaiyán no. Ni siquiera conocemos la cifra exacta de retenidos, definitivamente más de 200. Bakú los está usando para regatear, negociando un poco aquí y allá: este pueblo, este camino. Eso está mal. No puedes usar vidas humanas para comerciar.
P. ¿Y las relaciones con Rusia?
R. Con la Unión Europea y otros países de Occidente creo que tenemos que tener relaciones muy profundas. Pero dejaré de lado las políticas, porque definitivamente Armenia no quiere estar entre Rusia y Europa. Durante un largo tiempo hemos tenido relaciones muy estrechas, históricas, con Rusia. Y si eres una nación que tuvo una historia de genocidio con el vecino del sur, Turquía, entonces debes tener mucho cuidado. Y necesitas un amigo. Durante muchos años Rusia fue ese amigo, y otros lo entendieron. Hemos tenido relaciones profundas y fuertes con Rusia y las seguiremos teniendo, pero no hay contradicción en eso y que Armenia tenga también buenas y profundas relaciones con la UE.
P. Apunta que Armenia necesita a Rusia como amigo. ¿Ha sido tan buen amigo como antes?
R. ¿Quién juzga eso? ¿De presidente a presidente? La gente con la gente. La amistad, incluso las relaciones familiares, hay que cuidarlas. Pero cada relación necesita tiempo, esfuerzo y trabajo duro para mantenerla viva, exitosa y útil.
P. ¿Y no se ha cuidado lo suficiente?
R. Podemos hacer más en nuestras relaciones, no solo con Rusia. También podemos y debemos hacer mucho más y mejor con Europa. Tienes que trabajar muy activamente, especialmente cuando eres, como Armenia, un Estado pequeño, pero una nación global, con millones de personas fuera, en la diáspora. Y esto es lo que voy a aconsejar al próximo Gobierno: que sea mucho más proactivo y que escuche a los amigos, que trabaje con ellos de manera efectiva. Lo que está claro es que durante la guerra de Nagorno Karabaj el apoyo internacional de Armenia ha disminuido, comparado con el que teníamos a principios de la década de 1990, durante la primera guerra de Nagorno Karabaj, en la que el Ejército ganó.
P. Habla de múltiples problemas y necesidad de reforma. ¿Cuál sería la mejor manera de hacerlo?
R. Cambiar la Constitución. Muchos de nuestros problemas están relacionados con el hecho de que tenemos una constitución inadecuada. La Constitución reformada en 2015 hace de este país no una república parlamentaria, sino una república del primer ministro. Para poder tomar la decisión correcta siempre hay que rendir cuentas. Y en la Constitución actual, el primer ministro tiene todos los derechos pero básicamente no rinde cuentas a nadie, es responsable ante el Parlamento, es decir, ante sí mismo porque tiene mayoría. Y cuando no tienes la cultura de las instituciones parlamentarias, y no la tenemos, no funciona. En las elecciones parlamentarias de Armenia ha habido 25 partidos y sindicatos, y ninguno es un partido real; solo existen durante las elecciones, siguen existiendo si llegan al poder y desaparecen cuando lo pierden. No hay ideología, no hay sistema.
P. ¿Cómo sería el cambio?
R. Armenia fue parte del imperio ruso, del zar, del imperio soviético. Y luego fuimos una república. La cultura de las presidencias está ahí. Además, somos cristianos. Siempre nos gusta tener un salvador. Vemos eso también hacia los políticos: “venid y salvadnos. Haznos las mejores promesas que puedas. Te creeremos. Aun sabiendo que no las cumplirás”. Este es un país que entenderá mejor el poder vertical que el poder directo parlamentario. Las instituciones europeas nos animaban a desarrollar una democracia parlamentaria, pero en realidad, la mayoría de las personas no lo entienden. Esa es mi misión el próximo año. El partido del actual primer ministro en funciones ha ganado y ya anunció públicamente que cambiaría la Constitución. Veremos si cumple su palabra o se convierte en un político clásico. Pero incluso con un sistema presidencial, tenemos que equilibrarlo con un Parlamento fuerte, lo cual no hacemos ahora. Nuestro Parlamento no es representativo. Tenemos que volver al caso en el que los miembros del Parlamento representan a personas, personas concretas, lugares concretos, ciudadanos concretos de la ciudad. Y luego tenemos que resolver el asunto clave de cómo trabajar con nuestra diáspora.
P. ¿En qué sentido?
R. Llamamos a la diáspora armenia nuestro ejército en el extranjero. Es un tesoro nacional y no lo estamos usando. Hemos puesto barreras para evitar que los armenios de la diáspora entren en nuestro país políticamente o de otra manera. Para ser miembro del Parlamento es necesario haber vivido en Armenia los últimos cuatro años, lo cual es una tontería. Y tener solo pasaporte de Armenia los últimos cuatro años. Y para ser presidente, haber vivido en Armenia los últimos seis años y tener un único pasaporte: el armenio. Pero hace falta valor humano y alguien que tenga experiencia en la vida, viajar, trabajar. Hay un enorme número de armenios en todo el mundo en política, en los negocios. Ninguno de ellos puede contribuir ahora excepto con caridad. Y no se puede ayudar al país solo con caridad. Tener experiencia mundial, conocimiento, es una ventaja y una bendición. No quiero que los armenios de la diáspora vean a Armenia como un Disneyland al que viajan una vez cada dos años para llevar a sus nietos, para mostrar a sus antepasados y que tenemos un amplia y antigua cultura. Quiero que sean parte de este país. Solo así podremos tener éxito. Imagínense, frente a los tres millones y medio de ciudadanos actuales, ¿qué tal 15 millones ayudando?
P. Una de las grandes acusaciones al Gobierno, al primer ministro Nikol Pashinián, es que se podrían haber hecho las cosas de manera diferente en la negociación del acuerdo sobre Nagorno Karabaj. ¿Se pudo?
R. No me gusta hacer suposiciones. El primer ministro y yo somos dos personas diferentes, generaciones diferentes, experiencias vitales y valores distintos. Incluso con conocimientos diferentes del viejo enemigo, Azerbaiyán. Por lo que lo más probable es que los resultados habrían sido distintos. Pero no puedo decir cuáles, porque aquí no desempeñan un papel solo los individuos que están negociando, sino también los factores externos y cómo te afectan a ti y a tu oponente. No obstante, creo que hay que olvidarse ya de eso y centrarnos en el futuro, en este caso. Hay episodios en nuestra historia que no podemos olvidar jamás, como el genocidio. Es muy importante que la otra parte también entienda que si la gente no es tolerante con los valores, la cultura, la historia de otras personas, no se puede construir una relación. Las relaciones con nuestros vecinos se van a construir no en las fronteras ni en el número de soldados. Hace 26 años, los mismos países estábamos en guerra y los armenios ganaron. Quién sabe lo que pasará mañana. Hay algo simple que Azerbaiyán puede hacer ya: enviar a los prisioneros de guerra de regreso a casa. Eso daría un pequeño pero importante paso hacia la construcción de relaciones que se destruyen. Turquía quiere entablar relaciones con Armenia, está bien. No fue [el presidente de Turquia, Recep Tayyip] Erdogan el impulsor del genocidio hace 106 años. Tienes que ser lo suficientemente fuerte para pedir perdón. Pedir perdón es una fortaleza, más que una debilidad.
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